Comentario
Cómo llegó Cortés a Noco
Embarcó Cortés así que llegó a cuantos españoles estaban allí, tanto suyos como de Gil González, y se fue a la bahía de San Andrés, donde ya le esperaban los suyos que enviara a Noco. Estuvo allí veinte días, y por ser buen puerto, y hallarse alguna muestra de oro en aquella comarca y ríos, pobló un lugar con cincuenta españoles, entre los cuales había veinte de a caballo. Le llamó Natividad de Nuestra Señora. Hizo cabildo e iglesia. Dejó clérigo y aparejo para decir misa, y unos tirillos de artillería, y se fue al puerto de Honduras, que por otro nombre se dice Trujillo, en sus naos, y envió por tierra, que había buen camino, aunque algunos ríos de pasar, veinte de a caballo y diez ballesteros. Estuvo nueve días en el mar, por algunos contratiempos que tuvo. Llegó en fin allá, y en peso le sacaron del batel los españoles de allí, que se metieron en agua mostrando mucha alegría. Fue luego a la iglesia a dar gracias a Dios, que le había traído a donde deseaba, y dentro de ella le dieron muy larga cuenta de todas las cosas que habían pasado Gil González de Ávila y Francisco Hernández, Cristóbal de Olid, Francisco de las Casas y el bachiller Moreno, según ya tengo relatado. Le pidieron perdón por haber seguido algún tiempo a Cristóbal de Olid, no pudiendo hacer más, y le rogaron los remediase, pues estaban perdidos. Él los perdonó, y restituyó los oficios a los que primero los tenían, y nombró de nuevo los otros, y comenzó a edificar casas; y a los dos días de llegar, envió un español de aquéllos, que entendía la lengua, y dos mexicanos, a unos pueblos a siete leguas de allí, que se llaman Chapaxina y Papaica, y que son cabezas de provincias, a decirles que el capitán Cortés, que estaba en México Tenuchtitlan, había venido allí. Oyeron aquellos pueblos la embajada con atención, y enviaron algunos hombres con el español, a saber más por entero si era así verdad. Cortés los recibió muy bien, y les dio cosillas de rescate. Les habló con Marina, rogándoles mucho que viniesen sus señores a verle, pues lo deseaba en gran manera; y que no iba allá, para que no huyesen. Aquellos mensajeros se alegraron mucho de hablar con Marina, porque su lengua y la mexicana no difieren mucho, excepto en la pronunciación; y prometieron a Cortés de hacer lo posible, y se fueron. De allí a cinco días vinieron dos personas principales. Trajeron aves, frutas, maíz y otras cosas de comer; y dijeron al capitán que tomase aquello de parte de sus señores, y les dijese lo que quería de ellos o buscaba por aquella tierra, y que no venían ellos a verle, porque tenían temor de que se los llevasen los navíos, como habían hecho otros poco tiempo antes, que, según se supo, eran el bachiller Moreno y Juan Ruano. Cortés respondió que no era su venida para mal, sino para mucho bien y provecho de la tierra y de la gente, si le escuchaban y creían; y a castigar a los que hurtaban hombres, y que él trabajaría para recobrar aquellos vecinos suyos y restituirlos; y que no tuviesen miedo de venir ante él los señores, y sabrían muy por entero lo que buscaba; porque no se lo sabrían decir ellos, aunque lo oyesen; y que solamente les dijesen que venían para la conservación de sus personas y haciendas, y para la salvación de sus almas. Con tanto, los despidió, y rogó le trajesen gastadores para talar un monte. No tardaron en venir muchos hombres de más de quince pueblos, señoríos por sí, con bastimentos, y a trabajar donde les mandase. En este tiempo despachó Cortés cuatro navíos; tres que él traía, y un carabelón de los que arriba nombramos. Con uno envió a la Nueva España a los enfermos, escribió a México y a todos los concejos su viaje, y cómo cumplía al servicio del Emperador detenerse por aquellas partes algunos días. Les encargo mucho el gobierno y quietud de todos. Mandó a Juan de Ávalos, su primo, que iba como capitán de aquel navío, que tomase de camino sesenta españoles que estaban en Acuzamil, que dejó allí aislados un tal Valenzuela cuando robó el Triunfo de la Cruz, que fundó Cristóbal de Olid. Este navío recogió a los españoles de Acuzamil, y dio al través en Cuba, en la punta que llaman de San Antón. Se ahogaron Juan de Ávalos, dos frailes franciscanos y más de otras treinta personas. De los que escaparon la fortuna y se metieron tierra adentro, no quedaron vivos más que quince, que aportaron en Cuaniguanico, y éstos comiendo hierba. De suerte que murieron ochenta españoles, sin contar algunos indios, en este viaje. Al bergantín lo envió a la isla Española con cartas para los oidores, sobre su venida allí y sobre lo de Cristóbal de Olid, y para que mandase al bachiller Moreno devolver los indios que se llevó como esclavos de Papaica y Chapaxina. Los demás los envió a Jamaica y a la Trinidad de Cuba por carne, ropa y pan; pero tampoco tuvieron buen viaje, aunque no se perdieron.